Viajar con estilo andino es disfrutar un libro, escuchar música del altiplano, degustar un pique macho o un locro, emocionarse con una definición de Eduardo Galeano que nos haga chocar contra lo que estamos viendo, observar una pintura precolombina o una pieza de arte autóctono, abrigarse con un chulo, descubrir la cruz del sur en el límpido cielo andino y saber el significado de los vocablos quechuas, aymaras o cacanes que definen el paisaje.
La porción de los Andes conformada por la Puna en Argentina, la Cordillera Occidental chileno – boliviana y Lípez en el sur de Bolivia, es un espacio abierto a la curiosidad de los amantes del montañismo de exploración. Grandes extensiones permanecen sin ser recorridas por los andinistas y la región entera es prácticamente desconocida si la comparamos con otros sectores de la cordillera.
Si contamos por miles los visitantes de la Cordillera Blanca en Perú, o la real en Bolivia o el Aconcagua en Mendoza, por cientos los ascensos en la Norpatagonia y los Andes Centrales, en la Puna podemos decir que en promedio no llegan a 10 ascensos a los altos picos de + 6000 y en el caso de los +5000 el numero es menor y en muchos casos todavía no tienen ningún ascenso.
Si bien la característica primordial es la altura, de hecho es la zona de mayor concentración de +6000 de toda la cordillera se encuentra en Catamarca (Argentina), otras particularidades son el clima desértico, la claridad del aire, el arsénico en sus lagunas, el blanco inmaculado de sus glaciares y salares, su amplitud térmica y sus vistas amplias y limpias. Lo descripto hace de esta porción de los Andes un sector particular a nivel geográfico, pero lo que lo hace único es la carga cultural y la historia que sus laderas guardan y preservan del paso del tiempo.
Es posible estar en la base de un alto +5000 quinientos años después que el último poblador antiguo lo haya hecho y ser el primero en pisar esas rocas pese al paso del tiempo. Alguien escribió una vez que si la cronología se durmiera un instante y el último minuto de historia humana de la montaña se fusionara, se encontrarían el último de los andinistas originarios y el primero de los modernos en una suerte de continuidad con un silencio de 500 años.
Los vacios de información, de cartografía y de expediciones generaron una situación muy atractiva para aventureros del siglo XXI que desean ser protagonistas de sus propias expediciones, vinculándose fuertemente con la cultura local.
Dentro de la gran cantidad de altas montañas para recorrer y pueblos para perderse y vivir las tradiciones andinas, sobresalen los +6500 que han ganado prestigio internacional convirtiéndose en uno de los principales atractivos de la región.
Sin necesidad de pisar la cota de 6500, la alta montaña se abre al viajero con interesantes ascensos a partir de los 4000 metros, incluso con grandes posibilidades de recorrer vertientes inexploradas logrando primeros ascensos.
Viajar con estilo andino es una sensación única y sin dudas proponé hacer de la aventura algo imborrable en la memoria.
Se proponen viajes de aventura conociendo uno de los recodos menos visitados del continente donde la claridad del aire nos va a permitir observar paisajes multicolores y llenos de vida, siempre dentro de en un marco de respeto por la naturaleza y la cultura local.
Expediciones, viajes, cultura, arte, variables presentes en todos los programas de estilo andino que junto con el denominador común de la aventura garantiza vivir intensos días en la cordillera de los Andes.
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