Cayó la primera gran nevada en Bariloche y es difícil resistirse a la tentación de deslizarse sobre un trineo barranca abajo, más aún cuando el vértigo y la velocidad le agregan adrenalina a la aventura. Hoy, en Libros de Viaje, te contamos la aventura de conocer Piedras Blancas.Amanece en Bariloche. Hace frío y las pistas de Piedras Blancas en el cerro Otto permanecen congeladas. En la cabaña, al calor de la salamandra, disfrutamos de un abundante desayuno que aporta la energía necesaria para afrontar las duras condiciones de las pistas de trineos más rápidas y divertidas de la Patagonia.
Para los adultos, la aventura de deslizarse cuesta abajo es una tentación difícil de rechazar y solemos ser más impulsivos en este juego que los propios niños. El camino que sube por detrás del cerro retorciéndose para evitar las pendientes más pronunciadas, entrega unas vistas cada vez más imponentes del pueblo y el gran lago Nahuel Huapi.
Al este, un hilo de agua se diluye en la estepa patagónica. Es el río Limay con un caudal promedio de de 200 metros cúbicos por segundo, lo que equivale a decir que pasan por delante de ti nada menos que 200.000 litros de agua en ese tiempo. Nada despreciable.
En pocos minutos llegamos a la base y apenas abrimos la puerta de la camioneta, el frío húmedo de la nieve se cuela en nuestro cuerpo. A la derecha se levanta una encantadora cabaña de madera que, con su chimenea humeante, invita a visitarla para tomarse un buen chocolate caliente. Pero la diversión está en las pistas y los trineos esperan detrás de las vallas de contención de ansiedades.
Las aerosillas trabajan a destajo llevando al filo de la montaña a una legión de fanáticos ávidos por deslizarse otra vez hacia el punto de partida. Parece una locura pero quienes lo hayan intentado saben que la adrenalina de viajar a toda velocidad montaña abajo es imposible de desestimar.
En la cima nos recibe un gran muñeco de nieve y un cansado San Bernardo. Alineamos los trineos al borde de la pista y tomamos una gran bocanada de oxigeno puro. Será muy necesario porque en los próximos minutos nos faltará el aire. Tomás nos sorprende partiendo en primer lugar, pero la pendiente hace que lo alcancemos rápidamente y nos entreveremos luchando por entrar en la primera curva. Es difícil mantener el trineo en línea con la pista y los toques nos desparraman por el suelo.
El hielo vuela y se pega en las antiparras. Al final de un serpenteo nos pasamos de largo y damos de lleno contra una pared de nieve que se desmorona encima de nosotros. Las risas se multiplican por todas partes y volvemos al tramo final de la competencia. Ayudados por pies, manos y en ocasiones corriendo para imprimir velocidad al trineo, cruzamos la línea de meta en un tumulto que difícilmente podría arrojar un ganador.
La experiencia es de las más divertidas que se pueden realizar en Bariloche. Al cabo de varias carreras, los equipos están empapados y los músculos piden un merecido descanso. Al pie de una chimenea cargada de leños en aquella cabaña que pasamos de largo a nuestra llegada, nos deleitamos con unos energizantes chocolates calientes y tortas caseras con dulces del lugar.
Fuente y más info: www.librosdeviaje.com.ar.
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