San Luis pinta en el mapa paisajes de contrastes. Después de la tierra que se quiebra en mil rojos en Sierra de las Quijadas, uno de los Parques Nacionales más agrestes e inhóspitos de nuestro territorio, un blanco tan intenso que obliga a cerrar los ojos, irrumpe frente a los visitantes que recorren la RN7 saliendo de la capital provincial en dirección a Mendoza. Es el blanco de la sal, esa sal que antaño fue moneda de cambio y hoy sigue reinando discretamente en las mesas de todo el mundo.
Para los distraídos, un cartel con el logo bien reconocible de dos anclas cruzadas lo anuncia a los transeúntes con una flecha hacia la izquierda: “Desde San Luis a su mesa, 12 kilómetros”. Los más previsores tendrán en cambio un mapa, o un GPS que indique la cercanía con las Salinas del Bebedero, una gran depresión cercana al pueblo de Balde, que muchos visitan para disfrutar del agua termal.
Agua y sal
Para los geólogos, las Salinas del Bebedero son una depresión tectónica rodeada de una zona de fallas geológicas: es decir, lo que fue muy antiguamente –en la Era Cenozoica– una laguna de aguas saladas, se convirtió en una gran depresión cuando los cambios climáticos ocasionaron una disminución de las lluvias. Así se fue formando un gigantesco yacimiento de sal, que abarca unas 6500 hectáreas y se explota para la elaboración y distribución de sal de mesa desde principios del siglo XX.
Los historiadores y los memoriosos, sin embargo, invitan a remontarse más atrás. Es que el “bebedero” que da nombre a las salinas no es un capricho sino la huella de una antigua realidad: en el pasado la depresión varias veces tuvo agua, tanta como para formar un gran lago salado, documentado por viajeros, naturalistas, científicos y hasta fugitivos de los indios durante el siglo XIX y hasta principios del siglo pasado, cuando se registró una fuerte desecación.
El agua prosperó sobre todo durante el período que se conoce como Pequeña Edad de Hielo, cuando el lago sobre la actual salina alcanzó unos diez metros de profundidad. Pero son tiempos pasados: hoy todo es un gran desierto de sal, y el agua sólo un recuerdo. La causa fue probablemente el aumento progresivo de la temperatura mundial, que provocó una disminución de los glaciares en la Cordillera y por lo tanto mermó también el agua de deshielo.
Aguas termales
A unos 15 kilómetros de las Salinas del Bebedero, la visita de este circuito cercano a la capital de San Luis sigue por un pueblito que tiene aires de otros tiempos. Balde (“aljibe”, según el uso local de llamar al pozo con el nombre del recipiente para sacar el agua) nació como posta de paso refrescante en el extenso y desértico camino entre San Luis y Mendoza, cuando los primeros pioneros se lanzaban a los caminos de la provincia a fuerza de caballo y carreta. Antiguamente se decidió entonces abrir un canal para abastecer de agua a los animales: a los 16 metros de profundidad apareció el agua potable, pero excavando mucho más profundo apareció también el agua termal, a 42 grados.
Hoy es ésta el agua que se distribuye en toda la localidad, nacida alrededor de una vieja estación ferroviaria que fue la herencia natural de la primitiva posta. Aquí funcionan hoy dos centros termales, el Complejo Los Tamarindos y las termas municipales, que ofrecen camping y varios servicios adicionales: ninguno de los dos goza de gran infraestructura, aunque Los Tamarindos tiene una agradable piscina cubierta, y ambos bien pueden ser un alto refrescante y tranquilo después de la visita a las salinas, que no es de gran exigencia, pero sí cansa por las altísimas temperaturas.
Fuente: Argentina.ar
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